martes, 1 de enero de 2008

FELICIDAD Y PAZ PARA TODOS - UN 2008 LLENO DE AMOR






HOLA QUERIDOS TODOS, AQUI LES MANDO ESTA PARTE DEL CUENTO DE SADASAKTI, QUE LO DISFRUTEN


El segundo grupo de caballos fue formado por una yegua originaria de Colombia. Ela estaba fascinada con ella, porque los criadores colombianos tienen fama de poseer los mejores caballos de paso fino del mundo. De modo que esta yegua era de lo más prometedora. Había prestado servicio en varios conventos de monjas y órdenes religiosas católicas por toda Latinoamérica, pero un buen día descubrió que su espíritu era más mundano y dimitió para ir a formar parte de un circo. Ela la nombró Inavahb.

El segundo y último ejemplar de este grupo, era otra yegua de una especie muy extraña. Era una potranca venezolana, aunque su propietario aclaraba que lo que la hacía verdaderamente especial, era que había nacido en la Tierra del Sol Amada, lugar donde se encuentran animales únicos, por lo salvajes, impetuosos y casi indomables que son. Cuando Ela la miraba, pensaba que esta yegua parecía prehistórica, porque sus crines y su pelo todo eran muy largos y enredados. Ela muy cómicamente decía que esta era una yegua de las cavernas. Se llamaba Itkasadas.

Ya parecía tener completos sus 2 primeros grupos de caballos, pero Ela, siempre inquieta y revolucionaria, tuvo una nueva idea. Quería explorar más con caballos del extremo sur, así que consiguió una yegua de las pampas argentinas. Esta cuarto de milla, era una palomina producto del cruce de otros dos ejemplares, también cuarto de milla, un italiano y una irlandesa. Esta combinación a Ela le pareció interesante y la motivó a experimentar con ella directamente un método aún más audaz de entrenar caballos, que consistía en hacer que el caballo permaneciese a su lado las 24 horas del día practicando los sonidos de otros diferentes animales, hasta lograr imitarlos a la perfección. A esta yegua la llamó Agrud.

Así fue como nació la primera camada de caballos del circo. Después vinieron otros más, también apreciados y muy amados por Ela. Pero éstos fueron sus conejillos de indias. Estos serían los primeros equinos con los que probaría la efectividad del método que la había llevado a ella a alcanzar los niveles más elevados de destreza en la conducción de caballos. Estas serían las primeras semillas del circo que estaba sembrado en su alma desde su primer sueño de navidad de la infancia.

Es claro que en esta historia no vamos a revelar los detalles de la técnica de entrenamientos de caballos de Ela. Para aprenderla, si eso quieren, es preciso que vayan a su escuela, que actualmente está en Yaugurú. Pero sí podemos comentar que lo que Ela conseguía era que cada caballo se conectase muy profundamente con su propia naturaleza, que experimentase y diera rienda suelta a su potencial ilimitado y, finalmente, lo empujaba a colocarse en ese instante en que cada ser puede transbordarse y convertirse en la sustancia de lo eterno.

El entrenamiento de estos caballos fue algo que exigió mucho de Ela. Todos estos caballos habían sido nacidos y criados en diferentes partes del mundo, algunos tuvieron diferentes dueños y sus experiencias de vida no podían considerarse algo precisamente fácil y placentero. Todos ellos estaban muy lastimados y con mucho miedo, de manera que la primera tarea de Ela sería tratar de ayudarlos a sanar sus heridas y a recobrar la confianza y el amor que tenían cuando apenas eran unos potrillos.

Sin embargo, Ela tenía tanto amor en su corazón que en su presencia los caballos se transformaban y lograban una mejoría jamás pensada, nunca antes vista en la experiencia de curación y rehabilitación de equinos. Y hay que resaltar que no fue sencillo el trabajo de Ela. Durante las sesiones de entrenamiento recibió patadas, mordiscos, fue arrojada al suelo y hasta sufrió caídas junto con algún caballo, luego de las cuales era una hazaña heroica el volverlos a levantar. Pero nada de esto disminuyó la pasión ni la dedicación de Ela al entrenamiento, porque el propósito de su cuerpo y de su alma era que los caballos pudiesen alcanzar la absoluta excelencia y hasta anhelaba que pudieran ir un poco más allá, tal como ella lo estaba haciendo en cada momento.



El espectáculo del circo resultó maravilloso. Ela entrenó cada caballo logrando que desarrollaran apreciación por sus dones, para que pudieran expandirlos sin limitación alguna. Además, consiguió que estuvieran agradecidos por sus experiencias de vida, aunque hubiesen sido dolorosas, y que aprovecharan cada una de ellas para ser más reales, vulnerables y pacientes en cada momento.

También ayudó a los caballos a amar cada aspecto de sí mismos. Ustedes se habrán dado cuenta -por lo narrado- de que estos caballos tenían algunos problemas tanto físicos como de comportamiento. Pero Ela les enseñó que la única forma de superarlos era ir muy profundo dentro de sí y llenar de amor esos espacios donde se sentían inseguros, con miedo e incapaces de ser grandiosos y perfectos.

Finalmente, Ela les inculcó el amor de unos a otros, un amor que era incondicional y estaba basado en que cada caballo reconociera en sí mismo y en los demás la capacidad de crear siempre un espacio donde crecer, donde transformarse y donde pudieran dar siempre lo más elevado.



MAÑANA RECIBIRAN LA ULTIMA PARTE DEL CUENTO - EL CIRCO DE CABALLOS

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